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WalterRegistrado: 27 Sep 2006Mensajes: 603
Publicado: Dom Nov 26, 2006 19:46 Asunto: Submarinos Nazis en Argentina
A las 07:00 del 10 de julio de 1945, llega a la base naval de Mar del Plata el U–530 bajo el mando de Otto Wermuth, que se entrega al Capitán de Fragata Ramón Sayús. La tripulación alemana es internada bajo la condición de prisioneros de guerra. Inmediatamente luego comenzaron una serie de sospechas, sobre la carga que portaba el submarino, se afirmaba que traía documentos, dinero y a un importante grupo de jerarcas nazis bien dispuestos a colaborar con la Argentina para luego formar el Cuarto Reich. Brasil prontamente levanta acusaciones contra los oficiales alemanes, a quienes acusa de haber hundido al Crucero Bahía, el 4 de julio de 1945, nave que tras una explosión se hunde a la altura de Pernambuco junto con 367 tripulantes. Hasta la aparición del submarino alemán se creía que la nave brasileña había colisionado con una mina submarina, pero luego se creyó que la nave alemana había sido la culpable. Los interrogatorios posteriores y las evidencias surgidas del libro de navegación, demostraron que los alemanes, por esta vez no eran los culpables. Cabe señalar que el Capitán Otto Wermuth, era un oficial sin experiencia, el mando que ejercía en el U–530 era su primera prueba de mando, la cual no había sido afortunada, los marinos argentinos que se habían maravillado con el aspecto exterior del sumergible, quedaron sorprendidos con su desastroso aspecto interior, donde la falta de disciplina y orden hacían gala. Sin embargo, por el hecho de haberse destruido toda documentación calificada como secreta por los alemanes y haberse arrojado al fondo del mar todas sus armas, mantuvo la duda sobre el hundimiento del Crucero brasileño tras la rendición oficial de Alemania. La nave alemana, al igual que su tripulación, fueron entregadas luego a los Estados Unidos, con el objeto de apaciguar el clima de tensión que se mantenía entre ambas naciones dado el apoyo tácito del gobierno argentino al régimen nazi. El 16 de julio de 1945, aparece una nota en el diario Crítica del periodista Ladislao Szabo, el cual sostenía la hipótesis de la llegada de Hitler a la Argentina en el sumergible alemán, pero tal hipótesis no era muy creíble, dada la inexperiencia del Capitán en particular y de sus tripulantes en general cuya edad promedio rondaba los 23 años y que contaba con una gran cantidad de adolescentes en su plana. El 17 de agosto de 1945, un nuevo submarino alemán se entrega a las autoridades navales argentinas en Mar del Plata, es el U–977 al mando de Heinz Schaeffer, que había asumido su comandancia a fines de 1944. Zarpó de Christiansund el 2 de Mayo de 1945 con 48 hombres a bordo. La orden que poseían era la de no rendirse al enemigo dada por el almirante Doenitz, por lo cual las noticias de la rendición que les llegaron mientras estaban en navegación por medios de comunicación enemigos, no tuvo mucha credibilidad ante estos hombres, los cuales pasan a votar sobre qué hacer ante la nueva situación, la mayoría votó por navegar hasta la Argentina, pues el país contaba con gran respeto entre la oficialidad naval alemana por la actitud mantenida con la tripulación del Graf Spee. Heinz Schaeffer, a diferencia Otto Wermuth, había sabido mantener el orden y la disciplina en la nave, con 24 años de edad no tuvo inconvenientes en afirmar su autoridad y relevar al primer oficial de abordo cuando éste se opuso a sus directivas. Otro momento crucial para este joven capitán surgió cuando poco antes de la entrega de la nave a las autoridades argentinas, se enteran por radio de la suerte corrida por el U–530, se suscitaron varias discusiones en la nave, había quienes consideraban necesario hundir el submarino e ingresar ilegalmente en territorio argentino, pero el capitán logra persuadir a la tripulación y entrega el submarino con todo su equipamiento y documentación completa, elementos los cuales le servirán para demostrar que 1) no había hundido ninguna nave ya que tenía todos los torpedos y 2) que no había trasladado a ningún jerarca nazi. Tras la rendición, los militares argentinos, entre ellos el Teniente Coronel Domingo Mercante, posterior Gobernador de la Prov. de Bs. As. por el peronismo, homenajearon efusivamente a los marinos alemanes, lo cual generó fricciones con los EE.UU. y Gran Bretaña. Toda la tripulación del U–977 fue entregada luego a las autoridades estadounidenses. Antes de ello, Schaeffer había sido interrogado en Argentina por personal de inteligencia naval de los EE.UU. quienes sin rodeos le plantearon la posibilidad de que haya traído a Hitler a la Argentina, el capitán pudo demostrar la imposibilidad de haberse acercado en otro momento a las costas argentinas dando a conocer datos meteorológicos precisos de áreas distantes en los momentos en los que se suponía podría haber desembarcado ilegalmente a algún jerarca nazi. Ambos capitanes de submarino fueron, como mencioné, trasladados a EE.UU. primero y luego a Inglaterra, donde fueron interrogados exhaustivamente, sin que se lograra sacar ningún dato que indicara que habían ingresado a nadie ilegalmente en Argentina. Schaeffer, posteriormente regresará a la Argentina y publicará unas “memorias” de estos sucesos. El 17 de julio de 1945, varios vecinos de San Clemente del Tuyú denunciaron haber visto a una nave sumergirse en las aguas próximas, cuando una aeronave se aproximaba, hecho confirmado por las autoridades provinciales ya que informan a la Armada de que dos aeronaves de la policía de la provincia habían detectado entre Ostende y Querandí en horas del medio día una nave que pareció ser un submarino, las denuncias de avistajes se multiplicaron e incluso se llegó a afirmar que se trataba del U–124 hecho que se descartó al saberse que éste había sido hundido por los ingleses el 2 de abril de 1943. En síntesis, no hay evidencias que indiquen que el U–530 o el U–977 hayan desembarcado a nadie ilegalmente, o que hayan traído oro. No obstante ello, hay trabajos recientes que señalan la existencia de desperdicios que en las costas patagónicas revelarían la presencia, sino de submarinos, de algún tipo de nave alemana por lo menos. En Alemania, por su lado, se señala en el museo dedicado a los hombres que lucharon en estas naves, que al menos uno de ellos se habría hundido frente a la costa patagónica Argentina. Hay por cierto un hecho desconcertante, tras la entrega de los submarinos alemanes, comenzaron a aparecer reportes e información de avistages de submarinos en la costa de Argentina, siendo el más importante el que dio lugar a una extraña batalla naval que llamó la atención de todo el mundo y generó el envío por parte de los Estados Unidos de especialistas en caza submarina y entrega de equipo de detección y destrucción de última generación a la Armada Argentina. El 30 de enero de 1960, cuando unidades de instrucción de los cadetes navales navegaban por este golfo situado a 1.200 kilómetros al sur de Buenos Aires distinguieron un submarino inidentificable navegando, precisamente, en la zona utilizada por la Armada Argentina para sus maniobras. A partir de este momento y durante todo el conflicto, diversos testigos, lo describieron como un navío del tipo “21”; la línea más moderna desarrollada por Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial. El alto mando movilizó todas las fuerzas que tenía a su disposición. El submarino intruso pareció ser localizado dentro de Golfo Nuevo a 150 metros de profundidad. Los hidroaviones de las bases de Bahía Blanca y Mar de Plata bombardearon durante días la zona donde se suponía ubicado al submarino, hasta que llegaron a pensar que había sido alcanzado y averiado el 4 de febrero. El contratorpedero “Cervantes” y los patrulleros “King” y “Murature” sembraron de minas los 16 kilómetros de anchura que medía la boca del golfo. Hombres “rana” auxiliaron a los buques de guerra. Las pantallas de “radar” permanecieron alerta, y unidades de Infantería de Marina se distribuyeron a lo largo de la costa, con intención de evitar un posible desembarco. Por la noche se lanzaban cientos de bengalas y los barcos barrían la superficie del agua con sus reflectores, intentando poder observar si el submarino emergía para repostar sus baterías. Se llegó a pensar que se trataba de un submarino atómico, teniéndose en cuenta la velocidad que le atribuían ciertas informaciones de prensa. Otro navío pareció unirse al primero dentro de Golfo Nuevo, o como informaron las emisoras de radio locales, eran dos los submarinos atrapados desde el principio. Pese al despliegue, el submarino seguía sin ser hundido. El 11 de febrero el presidente Frondizi ordenó el ataque total. En la operación participaron trece navíos y cuarenta aviones, mientras se desviaban las rutas comerciales aéreas y marítimas para evitar cualquier accidente, y los periodistas eran excluidos de la zona de operaciones. A los cazas de la marina se les unieron los bombarderos pesados argentinos. El día 13, el submarino seguía sin ser hundido, y su situación pareció desesperada cuando llegaron las modernas cargas de profundidad, bengalas de aviones, boyas preparadas con detectores de sonido y diverso material antisubmarino del tipo más avanzado suministrado por los Estados Unidos. Con el material también llegaron los especialistas estadounidenses en la guerra antisubmarina. Trece de ellos eran veteranos de la Segunda Guerra Mundial. El equipo de técnicos estaba dirigido por el capitán Ray Pitts, de la Jefatura de Operaciones Navales, quien debía asesorar directamente al vicealmirante Alberto Raga, jefe de Operaciones Navales de la Argentina. Las cargas de profundidad eran arrojadas cada diez minutos y tenían una doble función. En primer lugar, atemorizar a la tripulación para que se rindiera, y en segundo lugar, impedir que los buzos del submarino salieran a reparar las supuestas averías que sufría. El 14 las fuentes oficiales informaron que la tripulación del submarino había rechazado el ultimátum que les daba a elegir entre rendición o muerte. Ese día un rayo de esperanza pareció iluminar la suerte del navío. Dos nuevos submarinos gemelos comenzaron a maniobrar alrededor de la escuadra de guerra argentina, intentando llamar su atención y distraerla para ayudar a la evasión del sitiado. El tamaño de estos era gigantesco, siendo mayores que el navío cercado, aunque no se pudo identificar el modelo de los nuevos submarinos con exactitud. La esperanza se vio enturbiada con la intervención del portaaviones argentino “Independencia”. Durante todo este tiempo el sumergible fantasma escapó repetidamente de forma misteriosa a la detección electrónica. El día 15 reinó el pesimismo en los círculos navales cuando desapareció por completo de las pantallas de sonar. Según las declaraciones del ministro de defensa, Justo Vilar: “No sabemos si el submarino ha conseguido eludir nuestra vigilancia y escapar”. Sin embargo, se aseguró que el “King” lo localizó y atacó, con ayuda del “Murature”, dos días después, mientras los técnicos estadounidenses se trasladaban a Puerto Madryn para ayudar en asalto naval. Pero, pese a todos los esfuerzos, el día 18, las fuentes oficiales informaban que el submarino fantasma parecía haber conseguido escapar a mar abierto. De nuevo la Armada Argentina confirmaba que el día 20 el submarino había sido detectado otra vez, y se preparó una nueva ofensiva total contra él usando las modernas armas estadounidenses. En aquella jornada se reunió la mayor concentración aeronaval desde la Segunda Guerra Mundial. Durante la madrugada del día 21 el submarino apareció de nuevo frente a los asombrados observadores, momento en el cual le fue lanzado uno de los nuevos torpedos electrónicos. Este nuevo tipo de arma nada tenía que ver con los clásicos torpedos de la Segunda Guerra Mundial. Su poder de destrucción y precisión eran formidables para aquella época. Al llegar a cincuenta metros del fondo se activaba un dispositivo que lo guiaba hasta su objetivo. El torpedo, incomprensiblemente, erró su objetivo y fueron lanzados otros del mismo tipo, que de nuevo no dieron en el blanco. La aviación entró entonces en acción lanzando nuevos torpedos dirigidos por sonar, pero los resultados fueron nulos de nuevo. Al mismo tiempo, desde la costa, se podía escuchar el tableteo constante de la artillería ligera. El día 22 las noticias, no confirmadas, afirmaban que un submarino emergió a la superficie, mientras perdía gran cantidad de aceite debido a que había sido alcanzado dos veces. Sin embargo, tras la ofensiva fracasada de la madrugada del día 21, el 23 un comunicado de la marina argentina explicaba: “Las aguas del Golfo Nuevo fueron cuidadosamente cribadas en los días 21 y 22 de febrero, sin que se estableciera contacto con submarinos incursores, lo que sugiere que hayan podido escapar. A pesar de esta presunción, pudiera quedar algún incursor en el Golfo Nuevo, o volver a entrar en él para resguardarse. Por ello, la Marina ha decidido reducir la intensidad de la búsqueda al mínimo compatible con la adecuada vigilancia antisubmarina” El 25 la Marina anunció la suspensión definitiva de la búsqueda de los submarinos no identificados detectados en el golfo.
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